Esta leyenda pertenece a la famosisima obra del poeta romano Ovidio, La Metamorfosis. Se trata de un poema escrito en XV libros, que narra la historia del mundo desde su creación hasta la deificación de Julio Cesar, combinando con libertad mitología e historia. Fue terminada en el año 8 d. C., es considerada una obra maestra de la edad de oro de la literatura latina y una de las obras clásicas más leídas durante la Edad Media. La leyenda de Píramo y Tisbe se encuentra concretamente en el libro IV.
"Píramo (Πύραμος) y Tisbe(Θίσβη), él, el más bello de los jóvenes, ella, sobresaliente entre las muchachas que tenía Oriente, ocupaban dos casas contiguas, allí donde se dice que Semíramis ciñó de muros de tierra cocida su elevada ciudad. La vecindad les hizo conocerse y dar los primeros pasos; con el tiempo creció el amor; ellos habrían querido celebrar la legítima unión de la antorcha nupcial, pero se opusieron los padres. Ningún confidente hay entre ellos, por señas y por gestos se hablan, y cuanto más ocultan el fuego, más más arde el fuego oculto. La pared medianera de ambas casas estaba hendida por una delgada grieta que se había producido antaño . El defecto, que nadie había observado a lo largo de los siglos, -¿qué no notará el amor?- vosotros, amantes, fuisteis los primeros en verlo, y lo hicisteis camino de vuestra voz; y solían pasar seguras a través , y en tenue cuchicheo, vuestras ternezas. Muchas veces, cuando de una parte estaba Tisbe y de la otra Píramo, y habían ellos percibido mutuamente la respiración de sus bocas, decían: "Pared envidiosa, ¿por qué te alzas como obstáculo entre dos amantes? ¿que te costaba permitirnos unir nuestros cuerpos, o, si eso es demasiado, ofrecer al menos una abertura para nuestros besos? Pero no somos ingratos; confesamos que te debemos el que se haya dado a nuestras palabras paso hasta los oídos amigos."
Y después de hablar sí en vano y separados como estaban, al llegar la noche se dijeron adiós, y dio cada un en su parte besos que no llegaron al otro lado. La aurora siguiente había ahuyentado las nocturnas luminarias, y el sol había secado con sus rayos las hierbas cubiertas de escarcha; se reunieron en el lugar de costumbre. Y entonces, después de muchos lamentos murmurados en voz baja, acuerdan hacer en el silencio de la noche la tentativa de engañar a sus guardianes y salir de sus puertas, y, una vez que estén fuera de sus hogares, abandonar también la ciudad; y, para evitar el riesgo de extraviarse en su marcha por los anchos campos, reunirse junto al sepulcro de Nino y ocultarse a la sombra del árbol. Un árbol había allí, cuajado de frutos blancos como la nieve, un erguido moral, situado en las proximidades de un frío manantial. Este plan adoptaron; y la luz del día, que les pareció tardar en alejarse, se arroja a las aguas, y de las mismas aguas sale la noche. Hábilmente en medio de las tinieblas hace Tisbe girar la puerta en su quicio, sale, engaña a los suyos, con la cara tapada llega a la tumba, y se sienta bajo el árbol convenido; el amor la hacía atrevida. He aquí que llega una leona con el hocico espumeante embadurnado de sangre de unos bueyes que acababa de matar, y con la intención de apagar su sed en las aguas de la vecina fuente. La babilonia Tisbe la vio de lejos, a los rayos de la luna, y con pasos asustados huyó a una oscura cueva; y al huir, cayó de su espalda un velo que dejó abandonado. Una vez que la feroz leona hubo aplacado con abundante agua su sed, al volver al bosque encontró el tenue velo sin dueña, y con su boca ensangrentada lo desgarró. Píramo salió más tarde, vio en el espeso polvo huellas seguras de una fiera, y palideció su semblante entero; pero cuando encontró también la prenda teñida de sangre, dijo: "Una sola noche acabará con los enamorados; de los dos, ella era la más digan de una larga vida, mientras que mi alma es la culpable; yo he sido quien te he perdido, infortunada, yo que te he mandado venir de noche a un lugar terrorífico, y no he venido aquí el primero. Despedazad mi cuerpo y devorad a fieros mordiscos estas vísceras criminales, oh leones que habitais bajo esta roca. Pero es de cobardes desear la muerte". Coge del suelo el velo de Tisbe, lo lleva consigo a la sombra del árbol de la cita, y después de dar lágrimas y besos a la conocida prenda, dice: "Recibe ahora también la bebida de mi sangre". Y hundió en sus ijares el hierro que llevaba al cinto, y sin tardanza se lo arrancó, moribundo ya, de la ardiente herida, quedando tendido en la tierra boca arriba; la sangre salta a gran altura, no de otro modo que cuando en un tubo de plomo deteriorado se abre una hendidura, que por el estrecho agujero que silba lanza chorros de agua y rasga el aire con su persecución. Los frutos del árbol toman, por las cruentas salpicaduras, un tinte oscuro, y la raíz, humedecida en sangren matiza de color purpura las moras que cuelga.
He aquí que, sin estar libre de miedo todavía, pero para no abandonar a su amante, vuelve ella, busca al joven con los ojos y con el alma, y arde en deseos de contarle el enorme peligro del que se ha librado; y si bien reconoce el lugar y la forma del árbol que había visto, con todo la hace dudar el color del fruto; quedase perpleja sobre si será el mismo árbol. Mientras vacila, ve que unos miembros temblorosos palpitan sobre el suelo ensangrentado; retrocedió, y con el semblante pálido por completo sufrió un estremecimiento semejante al del mar que susurra cuando una leve brisa roza su superficie. Más una vez que, poco después reconoció a su amor, se maltrata con sonoros golpes los brazo que no lo merecían, se arranca los cabellos, y abrazando el cuerpo amado inundó de lágrimas sus heridas y mezcló su llanto con la sangre; y estampando sus besos en el rostro helado grito: "Píramo, ¿qué desventura me ha dejado sin ti? Píramo, respondeme; es tu adorada Tisbe quien te llama; escúchame y yergue tu cabeza abatida". Al nombre de Tisbe levanto Píramo los ojos, sobre los que gravitaba ya la muerte, y después de verla a ella los volvió a cerrar. Cuando ella reconoció su prenda, y vio el marfil desprovisto de su espada, exclamó: "Tu propia mano te ha dado muerte y tu propio amor, infortunado! Para esto solo tengo yo también una mano fuerte, y tengo también amor que me dará fuerzas para herirme. Iré tras de ti que ya has perecido, y de tu muerte se dirá que he sido yo trágica causa y compañera; y tu, a quien solo la muerte ¡ay! podía arrancarme, ni aun la muerte podrá arrancarte de mí. Una cosa sin embargo os han de pedir las súplicas de los dos, oh infelicisimos padres mio y suyo, que a aquellos quienes unió un fiel amor y la última hora, no les rehuséis ser sepultados en la misma tumba. Y tu, árbol que con tus ramas das sombra ahora al pobre cuerpo de uno solo, pero pronto le darás sombra a los dos, conserva las señales de nuestra ruina, y ten siempre frutos negros propios del luto, en memoria de nuestra doble sangre". Dijo, y colocando la punta de la espada bien por debajo de su pecho, se dejó caer sobre el hierro que aun estaba tibio de la otra sangre. Sus súplicas conmovieron a los dioses, conmovieron a los padres; pues el color del fruto, una vez que está maduro, es negruzco, y lo que resta de sus piras descansa en una única urna"
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Unknown
2 comentarios:
Que bonita historia, nunca la había leído.
Muy buen blog de mitología a mí también me gusta mucho, por si quieren entrar a otro blog muy bueno sobre mitología aquí les dejo el enlace www.animalesyseresmitologicos.com
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